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ayacucho - manta
16 février 2007

Carnavales, producto a consumir caliente (Diario

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Carnavales, producto a consumir caliente

(Diario LA CALLE, Ayacucho)

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n la sociedad actual de espectáculos cotidianos, la fiesta tradicional de carnaval, al igual que las procesiones de Semana Santa, se están transformando en productos de consumo para turistas nacionales y extranjeros. En este sentido, es revelador la terminología oficial empleada. Por ejemplo se dice: hay que marquetear para venderlos a nivel nacional e internacional. Presentarlo en paquetes turísticos atractivos, seductores, (como un paquete de galletas…) Que den ganas de comprarlos, al contado o a plazos,  para ser consumidos en directo en nuestras calles o estadios polvorientos.

En una sociedad de consumo al cual Ayacucho está ingresando de una manera anárquica y salvaje, todo se vende o compra, y no solamente productos de alimentación, higiene o cerveza. Debemos adquirir también fiestas, alegría, las polladas, bailes, o las expresiones externas de sentimientos religiosos. Tenemos tres actores: los que “fabrican” el espectáculo, los consumidores y los intermediarios. Si, como en todo negocio o comercio neo-liberal. En este contexto, ¿Que está sucediendo con los verdaderos actores del carnaval, como son las comparsas urbanas o rurales? ¿Y con los vendedores, negociantes que se benefician en la compra-venta de este producto?

Nuestro espectáculo artesanal se encuentra en la pre-historia de los famosos carnavales de Rio de Janeiro, donde el producto ya es fabricado industrialmente. Se consume anualmente en una avenida inmensa con tribunas gigantescas por donde desfilan interminables “Escolas de samba” quienes se han preparado, ensayado, confeccionado disfraces, compuesto músicas y letras, preparado carrozas sofisticadas, etc. durante TODO el año anterior.

En Ayacucho nos encontramos todavía en la nostalgia de aquellas comparsas que salían a cualquier hora y calle, improvisando letras, con dos grupos rivales que podían pelearse, etc. Es este carnaval que fue justamente declarado patrimonio cultural y no el actual que está OBLIGADO A DESFILAR por la Plaza Mayor. Las comparsas rurales igualmente están siendo empujadas a convertirse en otros productos pintorescos y coloridos para el público urbano o turistas. Y como casi todo en la economía neo-liberal, los creadores de la materia prima (en este caso, los campesinos) reciben óbolos o las migajas de los comerciantes-intermediarios.

Frente a esta dinámica compleja, dejemos los desfiles obligatorios por escenarios únicos, a las comparsas profesionales preparadas seriamente y al gusto del consumidor que pagará para verlos. Y para no perder el alma del carnaval ayacuchano (nuestra alma), es urgente dar a las comparsas espontáneas, espacios de LIBERTAD donde puedan seguir creando con placer y convivialidad.

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